En la parte más alta de la ciudad, al otro lado de las murallas que separaban la Cuenca antigua de los arrabales, se ubica el barrio del Castillo.
A los pies del cerro de San Cristóbal, encaramado entre las hoces del Júcar y el Huécar, el barrio del Castillo parece un pequeño pueblo, de casas de poca altura y calles estrechas y empinadas. Sin embargo, se trata de un destacado enclave para comenzar la visita a la ciudad.
Junto a él se encuentra un aparcamiento público y una pequeña oficina de turismo, además de las paradas de autobús. Desde allí, el recorrido a la parte histórica de Cuenca se realiza por una cómoda calle que desciende hasta el arco de Bezudo ofreciendo una maravillosa vista de la hoz del Huécar con el antiguo convento de San Pablo, las Casas Colgadas, el Puente de San Pablo y una buena parte del casco antiguo alzado sobre la roca.
Vista desde el barrio del Castillo
Además, esta zona de la ciudad ofrece diversos bares y restaurantes en los que se pueden degustar algunos productos típicos de la gastronomía local. Sus terrazas y los miradores a la hoz se convierten en animados lugares de reunión en las tardes-noches en las que la temperatura acompaña.
Desde este punto, parten las carreteras que discurren por la zona superior de las hoces- conocidas como Camino de San Isidro y Ruta Turística– y varios senderos señalizados que recorren algunos tramos de estas.
Como separación entre el barrio del Castillo y el resto de la ciudad se encuentra el arco de Bezudo, que forma parte de los restos de las antiguas construcciones defensivas que utilizaron árabes y cristianos. Por entonces, un puente permitía franquear el foso que separaba la urbe de los arrabales. Hoy, se puede cruzar cómodamente y visitar parte de las ruinas de la fortaleza.
